De Safari, Tsavo National Park, Kenia!

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Jambo bwana!




El primer día, para no perder el tiempo, salimos a dar una vuelta


Donde dormimos, Lualeny Camp, Taita Hills



Nuestro ojeador/rastreador, su tribu se dedica a ello desde los principios



Hablando en swahili


A dos de ellas les faltaba la cola, tras el ataque de algun leon segun nuestro rastreador



Bufalos, y en primer plano un termitero




Kongonis



Cebras manchadas de fango, mucha lluvia explica una sabana tan verde



Impalas hembra

Es muy emocionante ver estos animales en plena naturaleza, sobre todo cuando uno sólo está acostumbrado a verlos mientras se le cierran los ojos a la hora de la siesta con los documentales de La 2... Vimos muchos más animales pero difíciles de fotografiar, incluido una leona que huía de nosotros, algo nada común según el ojeador, babuinos, fagoceros? (el "jabalí salvaje" de Timon y Pumba) y avestruces. Nos faltó ver los elefantes (muy comunes y fáciles de avistar) y guepardos. Para la próxima vez...



Desde el Lualeny Camp se divisa la frontera con Tanzania

Pasamos dos noches en el Lualeny Camp situado en la ladera de una las pocas colinas existentes en su valle desde donde se divisa la sabana y en los días despejados el Kilimanjaro. Esta situado dentro del Tsavo Park (un inmenso parque nacional al sur de Kenia) y cubre una zona del susodicho parque, menos masificado que el archiconocido Masai Mara que está en el oeste del país (pegado al Serengeti y éste a su vez a la maravilla llamada Ngorongoro, ambos en Tanzania).


Comiendo con la madre de Benedetta y su pareja, propietario del Lualeny Camp


Antes de llegar al Lualeny Camp, paramos en el último pueblo para comprar una carne exquisita en la carnicería de la foto. Al ver la bicicleta no lo dudé y la fotografié, para mi colección de fotos de artilugios sabiamente decorados. De la carnicería salió su dueño como un energúmeno gritándome entre aspavientos, se me ocurrió señalar con una sonrisa la pegatina de la hoja de Marihuana del guardabarros trasero (apenas perceptible en la foto) y lo acompañé de un sabroso "mmmmm" (con otra de mis insuperables sonrisas). Al tipo (con todas las papeletas de ser el loco del pueblo) le hizo gracia y hasta ofreció venderme maría (va a resultar que al final no estaba tan loco...). Con un suspiro de alivio decliné la oferta y me largué de allí antes de que el viento le cambiara de humor.


La lluvia (sin ser época) me la traje de Bilbao e hizo que algunos tramos de la "carretera" Nairobi-Mombasa se inundaran, lo que retrasó algo nuestra vuelta al paraíso de Watamu, en la costa Norte, donde nos esperaba la playa blanca, los arrecifes de coral y el sol... :)

Un abrazo grande a todos! que caña...






Mombasa! Kenia!!

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Caminante no hay camino...




Lo de la esvastica todavia no me lo explico



En plan safari!



Paseando en coche


Los olores son varios, algunos poco agradables


La Habana africana



Muy bonito, pero cualquiera se asoma...





"Jesus touch the world"



Un abrazo grande, menudo viaje...

Khartoum! Sudan!!

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Celebración sufí en Jartum.

Arropados por los cánticos repetitivos de los espectadores, algunos fieles entran en trance mientras bailan.





Una de las mezquitas grandes de la ciudad.

El almuecín con ayuda de los altavoces recuerda a los fieles cinco veces al día el momento de la oración (ejemplo de un Adhan en El Cairo), el viernes además se escuchan discursos y lecturas interminables del Corán. Los primeros días la llamada más temprana te despierta de un sobresalto, y paseas por la ciudad con la persistente pero exótica banda sonora acompañándote a donde quiera que vayas. Pasado un par de meses ni te das cuenta, incluso diferencias entre uno bueno y otro malo. La musiquilla empieza a formar parte del paisaje, como los pitidos de los coches, la gente sentada a la sombra o el polvo del desierto que flota en el aire de esta ciudad.




Una ciudad caótica




La mendicidad es corriente en los cruces y semáforos, pero no tanto como en Etiopía




En las afueras de Khartoum vive Theodora con parte de sus hijos, en una ciudad de barro inmensa, sin agua corriente ni electricidad. Fuimos a visitarla para llevarles cosas que no necesitábamos (una cama, algún aparato eléctrico, ropa quizá...), pasamos la tarde con ellos y nos fuimos antes de que anocheciera. Un día, la policía sudanesa entró al campo de desplazados y mató a varios habitantes; esa misma noche una turba de desplazados asaltó una comisaría causando varias muertes. La tensión en estos campos es constante. A estos desplazados se les conoce como IDPs (Internal Displaced People) y en un país víctima de dos guerras rara es la familia (originaria del sur o Darfur) que no tiene IDPs entre sus filas.




La casa de Theodora


Por si las guerras no fueran suficiente castigo, los dos Nilos también se encargan de dificultar la vida diaria. Es una relación contradictoria ya que gracias a ellos la ciudad existe.

Nilo Azul inundando Jartum, desde el avión.



Nilo Blanco inundando Jartum, desde el avión.




Nuestros vecinos se las apañan con las inundaciones, a 200 metros de nosotros


Nuestra segunda casa (tuvimos tres a lo largo del año que pasé) era la antigua residencia del embajador de Qatar. Teníamos algo que prácticamente ningún extranjero tenía, la piscina. En la foto aparece un operario limpiándola en nuestros primeros días, justo después de instalarnos. Con piscina y jardin para jugar al futbol, la fiesta que organizamos para el cumpleaños de Benedetta, la que fue mi pareja durante todo ese año, entró en los anales de la historia de las fiestas para extranjeros en Khartoum!


Mi cueva del tesoro.

Cerveza, ron Bacardí, vodka ruso y ginebra ugandesa (Uganda Waragi!)

En un país con una estricta ley Sharia está prohibido, entre otras muchas cosas, el alcohol. Después del acuerdo de paz que puso fin a la guerra civil entre Norte y Sur, a los extranjeros se nos dejaba un poco al margen de estas leyes (aunque la mayoría de las veces sólo en teoría...). Sólo podíamos beber en privado, sin que nos vieran sudaneses y, por si fueran pocos obstáculos, el alcohol por supuesto no se vendía en las tiendas.

Cada uno lo sacaba de donde podía: nosotros lo comprábamos en el extranjero. Salir del aeropuerto con las maletas cargadas de cerveza era otra historia. Cuando la cosa estaba fea, dejábamos el alcohol en el avión y más de una vez (hasta que pusimos candados) los de la limpieza se cogieron una propina extra. Tal era el valor de poseer una lata de cerveza que eran moneda de cambio en apuestas de póquer y billar (ganaba unas cuantas en lo primero, perdía muchas más en lo segundo, maldito "Doble o Nada").

Si en una fiesta con alcohol entraba la policía, se llevaban, y no de buenas maneras, a los sudaneses que allí se encontraran, amén de confiscar una parte del alcohol (una botella de whisky podía alcanzar los 70 dolares en el mercado negro) y verter el resto ante los invitados. La condena y el número de latigazos era acorde al grado de embriaguez, calculado gracias a un test rudimentario y hasta gracioso. Al organizador de la fiesta le esperaba un juicio meses más tarde. Si organizabas tu fiesta de despedida de Khartoum y te pillaban, como ya pasó una vez, te tocaba cambiar los billetes, esperar al juicio sin salir del país y organizar otra nueva despedida tras pagar la multa, esta vez sin alcohol por si las moscas... La única gran fiesta que organicé (bueno, que Benedetta organizó en mi casa y con mi inestimable intervención) contó con una patrulla de policía en la puerta que vigilaba quien entraba. El exceso de celo de nuestros empleados que se aferraban a la lista de invitados provocó que algún embajador se quedara sin entrar maldiciendo a los cuatro vientos. A pesar de todo fue un éxito y todavía quedaba gente durmiendo en el jardín en graciosas posturas cuando me desperté...


"Fabrica" de ladrillos en las orillas del Nilo, cuando baje el nivel la tierra estará lista para hacer más.